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El Alba surgio como idea a principios de 1998, lentamente crecio desde una idea a un plan, finalmente paso desde un plan a un proyecto un año después. El sitio elegido para construir fue en el sector de Astilleros, llamado así por que es uno de los lugares donde historicamente se construían las goletas o veleros de dos mastiles que caracterizaron la zona por mucho tiempo.
El antiguo proceso de construcción naval en madera es muy distinto a los procesos usados comercialmente el día de hoy. Al decidirse la construcción de una embarcación no se recurría al ingeniero o arquitecto naval, si no a un “modelista” de casco, quien era un artesano capaz de tallar un modelo de semicasco con las características hidrodinámicas necesarias para satisfacer los requerimientos que sufriría la embarcación en sus travesías marítimas o fluviales.
Por qué se modelaba sólo un semicasco, es decir solo una mitad de la forma? Era una manera de asegurar la simetría del diseño, ya que de este modelo se obtendrían las medidas para la embarcación.
Mientras mas embarcaciones con éxito hubiese “diseñado” el modelista, mas requerido era. Su aval era precisamente la cantidad de embarcaciones que resistían por años los embates del mal tiempo manteniendose a flote, sin riesgos para la carga ni la tripulación. Al tallar este semicasco no se realizaban pruebas de flotabilidad, de facilidad para cortar olas ni de estabilidad. La experiencia del artesano, que seguramente no sólo había tenido desarrollos exitosos, le sugería la manga adecuada a la eslora y puntal pensados determinando de alguna manera si podría llegar a la velocidad y capacidad de carga solicitada. Las líneas de este semicasco eran discutidas con los constructores y armadores mirando y revisando la elegancia del mismo desde todos los ángulos posibles. Se imaginaba y discutía como cortaría las olas esa proa, como resistiría una marejada por las amuras y se llegaba a un consenso sobre la forma del casco. Mientras fuera estilizarlo un poco mas no era problema, la escofina o la lija corregían el tallado, pero si se usaban en exceso, se debía partir de nuevo. Este tallado se efectuaba sobre un conjunto de tablas superpuestas muy bien dimensionadas y pulidas unidas por dos o mas tarugos de madera que daban origen a un bloque rectangular del largo de la eslora, del ancho de la manga y del alto del puntal. Cada tabla debía ser del mismo alto, que representaba la altura de las líneas de agua. Una de las medidas usadas eran 12 mm, representando una distancia de 40 cm. De esa forma, al multiplicar por 100/3 lo medido en el modelo, se obtenía la dimensión en cm que debería tener el objeto final.
Una vez terminado el modelo se llevaba el diseño a planos, separando las tablas y copiando su contorno, hoy sobre papel milimetrado, antaño sobre cajas de arena. Esto determinaba el plano de líneas, nombre con el que se conoce hoy día. En el intertanto se definía la cantidad de nodos que tendría la embarcación que corresponde a la cantidad de cuadernas (los maderos que parecen costillas) encargadas de mantener la forma del casco frente a la acción del empuje natural del agua y del embate de las olas. Al trazar perpendiculares a la línea de crujía sobre el plano de líneas a la distancia determinada entre cuadernas se obtiene el “ancho” del casco a la altura de cada línea de agua para cada cuaderna.
Con estas medidas, obtenidas del modelo, se confecciona el “tablero”, a tamaño real, que permite dibujar la forma que deberá tener cada cuaderna, haciendo pasar una tabla muy esbelta y flexible por cada punto determinado en el tablero. Esas formas se copian en “moldes” de madera que serán usados primero por los leñadores, que irán al bosque a buscar “palos chuecos” con esas formas (ramas o troncos curvados naturalmente en el proceso normal de crecimiento de un árbol) y luego por los constructores para corroborar la curvatura final de la cuaderna debidamente labrada.
Ciertos maderos deben buscarse con especial dedicación, pues son piezas que definirán la forma final de la embarcación. La quilla y la sobre quilla, obtenidas de añosos árboles rectos y la roda, obtenida de un tronco chueco, normalmente nacido en una ladera de una quebrada, determinarán la eslora definitiva de la embarcación. El codaste, las albitanas y las escuadras naturales de todos los tamaños colaboraran a darle firmeza al casco, “amarrando” las uniones entre las diferentes piezas.
Los maderos así reunidos se encastillan para su secado. Una vez secos, se “pone” la quilla, considerándose este hecho el comienzo de la construcción física de la embarcación. La quilla no se moverá del lugar hasta que se lleve la embarcación al agua. Luego viene el ensamble con la roda por proa y el codaste por popa. Las cuadernas se arman individualmente y se van colocando sobre la quilla a la distancia determinada, dando la forma ya definida al casco. Una vez puestas las cuadernas, se amarran con la sobrequilla y las albitanas de popa y proa.
Luego le toca el turno a los baos, piezas rectas que cierran la parte superior del arco determinado por cada la cuaderna, estableciendo la sección transversal sobre la que se construirá la cubierta.
Las cuadernas se amarran entre si con los palmejares y cadenel, piezas de madera puestas por el interior que recorren longitudinalmente todo el casco.
Ahora viene el forro del casco, hecho con tablas de ciprés. Cada tabla debe ser canteada individualmente para lograr el máximo de contacto entre las tablas y así impermeabilizar la estructura. Algunas de estas tablas se deben “cocer” al vapor para poder doblarlas adecuándolas a la forma del casco sin que se quiebren.
Mientras se ejecuta este proceso otro grupo de expertos artesanos preparan la estopa, hecha con distinto tipo de materiales vegetales. En los países nórdicos se usaba un musgo, en el mar del sur y caribe se usa fibra de coco. En el sur se utiliza el “cuero” del alerce, una sobre corteza fibrosa que permite la confección de haces de fibra torcida dejándola casi como un cordel.
Una vez terminado el forro del casco y puesto también el entablado de cubierta, se procede a “estopar”, proceso que consiste en introducir una o dos hebras de estopa entre cada par de tablas, de manera de obtener una barrera que corta el paso del agua al hincharse la fibra de la estopa.
Terminado este trabajo se tiene el casco de la embarcación listo para flotar. Pero el producto dista mucho de estar terminado.
Ahora debe decidirse la distribución interior y la superestructura o caserío de la embarcación.
Usando listones se presenta el proyecto de caserío y dado que la construcción artesanal normalmente se hace al aire libre, se puede visualizar la apariencia que tendría la embarcación terminada. Esta técnica permite corregir los prediseños hechos en los tableros de dibujo y mantener la armonía en el diseño exterior de la embarcación.
Una vez satisfecho el armador y los carpinteros de ribera, se procede a la construcción de la obra muerta de la embarcación.
Todavía queda el diseño del interior, usando listones livianos se construye maquetas a tamaño natural, simulando las distintas divisiones y elementos voluminosos (motores, estanques, cocina, camas) que se deben ubicar en el interior y probando que se tendrá el espacio y accesibilidad necesaria.
La construcción es un proceso lento y largo, que con el tiempo y el trabajo moldea tanto a la embarcación como aquellos artesanos que la contruyen. A medida que avanzan los tiempos quedan menos y menos artesanos que aún estan dispuestos a moldear y a ser moldeados.